Las cifras son alarmantes, por supuesto, pero nos hacen prever que no se quedarán ahí. Hay más posibilidades de que aumenten a que disminuyan, habido el México de contrastes en el que estamos viviendo.
No hay de otra: o se lanzan agresivas campañas de prevención o estamos condenados a ver cómo lo mejor de este país sucumbe bajo el poder de las drogas lícitas e ilícitas.
En este caso, todos tenemos algo que hacer: los padres de familia, a disuadir a los menores a incurrir en estos vicios; las escuelas, a alertar sobre los peligros para la salud; las autoridades, a frenar la instalación de nuevos antros y el combate al narcomenudeo.