Los responsables del club prohibían a las mujeres, cuando hablan por teléfono, que dijeran dónde se encontraban ni a qué se dedicaban, mientras que los responsables en Rusia tomaban todos los datos de filiación de las víctimas y les advertían de que debían pagar la deuda si no querían tener problemas, ellas o sus familias. También se les indicaba que, si eran interrogadas por la Policía en España, no dijeran nada, porque si no podrían tener también problemas.
En los locales se imponían unas normas muy severas que llevaban aparejadas multas por no presentarse a trabajar, por llegar tarde, por tener discusiones entre ellas o por pegarse, además de que era habitual el consumo de drogas como medio de control de las mujeres para anular su voluntad y crearles dependencia y poder manejarlas con menor resistencia.
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